Quizá en alguna ocasión cuando has viajado te has hecho esta pregunta ¿pero cómo puede ser tan bonito? o te has dicho a ti mismo ¡Qué maravilla, qué bien lo hicieron! En efecto, muchos de los lugares que visitamos nos llenan las pupilas de belleza y nos quedamos extasiados ante sus armoniosas formas, sus espléndidas decoraciones… Pero ¿es oro todo lo que reluce? Hace tiempo dedicamos un post a lugares que no son lo que parecen, hoy nos líamos la manta a la cabeza y nos disponemos a recibir todo tipo de críticas para desvelar algunos secretos arquitectónicos. Visitamos a través de la arquitectura algunos de los monumentos y lugares históricos muy conocidos en España y Europa que no son como fueron en su origen.
Monumentos que no son como los imaginaron sus arquitectos
Un poco de contexto y teoría de la restauración
De todos es sabido que soy licenciada en Historia del Arte por lo que, en general, en el blog escribo sobre arquitectura, destinos culturales, etc. Este post es un poco más técnico y, probablemente, algunos penséis que es un tostón. Para dar un poco de contexto y, sobre todo, para entender porqué muchos de estos monumentos no son como se concibieron hablaremos sobre teoría de la restauración. La concepción actual del arte y la arquitectura como bien común representación de un pueblo y de su evolución histórica es una idea del siglo XIX, un momento en el que se comienza a evaluar la necesidad de conservar, mantener y recuperar algunas obras de arte, edificios, etc. Se introducen en ese momento los conceptos de conservación, restauración y recuperación.
Básicamente la restauración tenía como base la protección de estas obras artísticas con el objetivo de facilitar su comprensión a las generaciones posteriores. Y es aquí donde entran en juego algunas teorías de restauración y algunos personajes como Viollet-le-Duc, Ruskin, Boito… Ellos establecen normas, teorías y técnicas destinadas a preservar, recuperar e, incluso, reinterpretar el arte. Para Eugène Viollet-le-Duc la máxima de la restauración era “devolver al edificio el estado que pudo haber tenido” o “un estado que nunca llegó a tener”. Esta teoría llevada a su máxima expresión provocó ciertas prácticas que condujeron a la alteración y modificación de numerosos aspectos de las obras de arte. Lo que llevó en muchos casos a recrear la arquitectura no tal y como podría haber sido sino como los restauradores imaginaron con más o menos base histórica.
Otros autores como John Ruskin fueron completamente contrarios a las ideas del francés. Para él, los edificios no tenían que engañar y la restauración provocaba justamente eso, un engaño. La arquitectura, en su opinión, pertenecía a aquellos que la idearon y por tanto no somos quienes para reinterpretarla a nuestro gusto como hacía, en cierto modo, le-Duc. El italiano Camillo Boito se encuentra a medio camino entre estas dos posturas tan enfrenteadas, entiende que hay que restaurar para conservar y mantener pero teniendo en cuenta que no se puede hacer más allá de lo “debido”. Por ello en la restauración se deben introducir elementos diferenciales como los materiales, decoraciones que nos permitan entender lo que es antiguo y moderno, la exposición de restos antiguos, explicaciones, etc… ¿Entendéis ahora lo del astronauta de la Catedral de Salamanca? En España, un gran seguidor de Boito fue Leopoldo Torres Balbás, quien intentó respetar la arquitectura y que será una figura clave en la restauración de la Alhambra de Granda.
Las ideas de le-Duc calaron hondo en Francia, su país de origen, pero también tuvieron mucho auge en otros países, entre los que se encuentra España, Alemania, Italia… Por ello, encontraremos ejemplos muy significativos de monumentos que no son lo que fueron en estos países.
La Alhambra entre la recuperación y la restauración
Uno de nuestros monumentos más emblemáticos, La Alhambra de Granada, no ha estado exento de polémica y diversidad de oponiones a la hora de acometer su restauración. En el siglo XIX las primeras intervenciones en los palacios granadinos intentaron, simplemente, dar el máximo esplendor a la arquitectura nazarí. Para ello se llevaron a cabo una serie de reparaciones, alteraciones, cambios y remodelaciones en las estructuras originales muchas de las cuales estaban totalmente en la ruina. En aquellos primeros momentos de gran intervención ya hubo voces contrarias a estos cambios sustanciales como la de Manuel Gómez-Moreno, arqueólogo y estudioso que defendió la necesidad de conservar pero no reinventar.
Una de las fundamentos más negativos en esas primeras reinterpretaciones de la arquitectura de La Alhambra fue, probablemente, el gran desconocimiento que se tenía de la arquitectura árabe y del norte de África. Por ello, algunos de los restauradores introdujeron elementos que no se correspondían pero que en cierto modo les parecían exóticos y representativos siguiendo las teorías de Viollet-le-Duc. Todos estos cambios llegaron hasta la primera mitad del siglo XX como si fueran parte de la idea original de los arquitectos nazaries, tanto es así que cuando en los años 30 Leopoldo López Balbás acometió sus intervenciones, parte de los ciudadanos de Granada no entendieron sus propuestas, acostumbrados a lo que estaban viendo.
La intervención de Torres Balbás, en los palacios nazarís, el palacio de Carlos V y algunos otros edificios, proponían una intervención mucho más correcta y pura que lo que habían hecho sus predecesores. Intenta en sus tareas de restauración llevar a cabo obras de conservación con los nuevos criterios que venían de Italia y con una restauración denominada “científica”. Entonces ¿Qué es lo que nos encontramos hoy en La Alhambra? Seguramente no es lo que concibieron los arquitectos nazaríes al construirla sino La Alhambra fruto de una serie de modificaciones muy importantes acometidas en el siglo XIX y labores de conservación más realísticas en los inicios del XX.
No seré yo quien diga que La Alhambra no es una auténtica maravilla y que gracias a ella podemos conocer parte de la arquitectura más monumental y original de nuestro país. Sin embargo, cuando visitamos La Alhambra debemos hacerlo, también, conscientes de que lo que vemos no fue lo que imaginaron en su origen, sino que este gran complejo es un compendido de diversos elementos originales y otros restaurados o rehechos completamente en las sucesivas etapas de restauración. Los materiales, por ejemplo, azulejos, estucos, etc. no son, en buena parte originales, por tanto, las decoraciones tampoco lo serán, algo que no impide que este sea uno de los monumentos más bellos del mundo.
La ciudad “medieval” de Carcasona
Carcasona es una bellísima ciudad medieval a la que viajamos hace un par de años y que nos deslumbró, sin duda alguna, nada más ver su imponente traza medieval. Sin embargo, Carcasona no es, muy probablemente, como fue en el medievo, porque esta ciudad representa uno de los proyectos de restauración más importantes del siglo XIX en Francia. Por supuesto, la restauración de Carcasona la llevó a cabo Viollet-le-Duc, que para aquel entonces ya había modificado algunos elementos de la catedral de Notre Dame de París y había restaurado la Sainte Chapelle.
Le-Duc pretendió hacer una Carcasona tal y como él imaginó, eso sí, a través de sus numerosos estudios y su inmenso conocimiento en arte y arquitectura medieval, que habría sido en el siglo XIII cuando la ciudad empezó a formar parte de Francia. Para acometer los primeros trabajos hubo de derribarse un buen número de casas que estaban anexionadas a las murallas de la ciudad, dos muros paralelos entre los que se había construído (todo esto lo cuentan en el vídeo presentación de la ciudad en el castillo). Una vez conseguido el espacio la recontrucción introdujo algunos elementos que no aparecían originalmente como las techumbres en pico de pizarra, algunas torres o el puente levadizo que, al parecer, no existía en época medieval.
En resumen, le-Duc fue un gran estudioso de la arquitectura militar medieval, de las fortificaciones y conocía al dedillo las técnicas arquitectónicas de la época que aplicó a la reconstrucción de la ciudad. En ningún momento introdujo elementos distintivos que nos induzcan a pensar que estamos ante una restauración y reinterpretación moderna, algo que en mi opinión confunde mucho al visitante. Una ciudad bellísima, Patrimonio de la Humanidad desde 1997, que parece un tanto parque temático cuando cae la noche y los turistas desaparecen dejándola vacía.
La Alfajería de Zaragoza
Pero no sólo La Alhambra de Granada es el único ejemplo de restauraciones complejas que han modificado el aspecto de edificios de nuestro patrimonio. La famosísima Alfajería en Zaragoza es otro de esos monumentos que no son los que imaginaron sus arquitectos originales. No nos debería parecer curioso que sea otro ejemplo de arquitectura hispanoárabe o nazarí la que se reconstruye siguiendo diferentes ideas y con multitud de diferencias. La Alfajería se construye en el siglo XI durante el periodo de los reinos taifas y es un edificio único porque no tenemos ejemplos de la arquitectura de este periodo. Y ahí, justamente, radica el problema, al no existir ejemplos que puedan ayudar a sus restauración, probablemente existieron muchas reinvenciones cuando se acometió a mitad del siglo XX.
Pero es que además de esto tampoco podemos olvidarnos de los cambios que ya se habían hecho a lo largo de los siglos de la Reconquista y cuando pasó a ser parte de los reinos de los Reyes Católicos. De hecho, estos monarcas, lo tomaron como palacio Real y pusieron la obra en manos de maestros moriscos, para intentar mantener la esencia mudéjar del monumento.
La restauración moderna que se hizo en la mitad del siglo pasado no tuvo en cuenta muchas de las partes originales del palacio y se realizaron alteraciones en la estructura del edificio. Aunque, sin duda, gracias a ella se puso de relevancia la importancia del edificio que poco a poco ha emprendido diversas reconstrucciones con un gran éxito arquitectónico.
San Martín de Fromista
Pero no sólo de edificios de impronta árabe vive la restauración en nuestro país. También hay ejemplos de la aquitectura románica en los que se han realizado grandes intervenciones como la iglesia de San Martín en Frómista. Y es que ciertamente este templo llegó muy degradado al final del siglo XIX cuando se emprendió una gran restauración que modificó mucho el aspecto original del edificio.
Aunque sea uno de los paradígmas de la arquitectura románica en España, seguramente encontraríamos muchas diferencias con la idea medieval original. Comenta Natalia G. Barriuso en su artículo “Patrimonio renovado: restauración o reinvención” que el restaurador incluyó mucha fantasía de sus propia invención en la intervención:
«[…] pues su restaurador, soñando con un templo inmaculado, puro y prístino, derribó todo cuanto a su juicio estorbaba la belleza original del modelo románico»
Incluso, la propia autora, historiadora e investigadora de arte, comenta que debería considerarse no una iglesia original románica, de ese gran grupo del románico de Palencia, sino un auténtico neo.
Otros monumentos que seguramente no son como fueron
A lo largo y ancho de Europa hay otros muchos lugares y monumentos totalmente restaurados que, en cierto modo, engañan a nuestros ojos y nos pueden hacer creer que son originales. Entre ellas la Basílica de San Marcos en Venecia, obra restaurada por Giambattista Meduna a mitad del siglo XIX siguiendo los preceptos de Viollet-le-Duc y según el cual podían modificarse libremente para dar mayor belleza y esplendor. Por eso, la fachada norte fue totalmente demolida y después reconstruida con grandes bloques de marmol. Tan importantes fueron estas alteraciones que dieron inicio a un pensamiento totalmente contrario en el que la autenticidad y el valor de lo antiguo prevalecía sobre la restauración.
Cuando visité Luxemburgo me quedé prendada de sus castillos y en especial del de Vianden. Sin embargo, no es oro todo lo que lo parece. Nada más poner un pie para visitarlo empecé a ver aspectos que parecían parte de una gran restauración. Este edificio precioso, que parece de cuento, tiene algo de medieval y mucho de restauración con neo románicos y neogóticos.
En resumen, son muchos los ejemplos de monumentos que no son como se nos presentan. Las restauraciones que siguieron las teorías de le-Duc pueden llegar a engañar a la vista, aunque realmente hacen de estos lugares sitios muy bellos. ¿Es honesto hacer pasar por original algunas partes modificadas? ¿Es mejor rehabilitar sin alterar lo original y dejando parte sin intervención para que se vea la parte antigua? Un gran debate que lleva años y años siendo parte de las teorías de restauración y que me ha encantado, hoy, traer al blog.
La foto de portada es de mi prima Laura Rodríguez Hidalgo que me la ha cedido muy amablemente 🙂