El Museo del Prado es una de las pinacotecas más importantes del mundo y, por supuesto, la más significativa de nuestro país. Su formación, hace más 200 años, se llevó a cabo gracias a las colecciones reales que los diferentes monarcas españoles fueron adquiriendo a lo largo de los siglos. De este gusto por el arte de la realeza española nació este impresionante museo que recoge las obras fundamentales del renacimiento y el barroco español, los más excelsos pintores españoles y muchos pintores europeos. El Prado, para mí, merece varias horas de visita, pero si andas con prisas y necesitas una ruta “express”, estas son mis recomendaciones para que puedas ver las obras maestras del museo del Prado y sus imprescindibles.
*En el museo del Prado no se pueden hacer fotografías, por ello usamos fotos de fuentes externas y solo la principal exterior es nuestra.
Las obras maestras del Museo del Prado: imprecindibles
Las Meninas (Velázquez, 1656)
Velázquez es el más célebre pintor español del llamado siglo de oro. Sin duda, un siglo único en cuanto artes pictóricas, escultóricas y literarias, con autores importantísimos para la literatura castellana y para sus bellas artes. Las Meninas, o lo que es lo mismo, la representación de La familia de Felipe IV, es la obra pictórica más representativa de esta época y una auténtica maravilla artística. En él aparecen un total de once figuras entre personajes de la familia real y sus damas y ayudantes de corte. La Infanta Margarita está acompañada de dos “meninas”, figuras que han dado nombre a este archiconocido retrato familiar.
Uno de los elementos más conocidos de este cuadro es el “cuadro dentro del cuadro“, la aparición de escenas dentro de la propia, como el reflejo de los reyes Felipe IV y Mariana de Austria en el espejo de la parte posterior. Por supuesto, significativa es la imagen del pintor, que quiso dejar su original personalidad reflejada en el cuadro, ¿a caso nos está pintando a nosotros espectadores? Son muchísimas las interpretaciones que se han hecho de Las Meninas: un retrato de los reyes, un retrato de la infanta o incluso el interés pictórico centrado en las propias meninas. Todo un enigma que todavía está por descifrar para una de las obras maestras del Museo del Prado.
Los fusilamientos (Goya, 1814)
La obra cumbre del siglo XIX y de la pintura de Francisco de Goya y Lucientes, Los Fusilamientos, es, sin duda, un imprescindible en una ruta por El Prado. La imagen es la representación pictórica de uno de los episodios más terribles de la historia de España, la sublevación del pueblo de Madrid ante las tropas francesas durante la Guerra de la Independencia. La tal guerra, entre 1808 y 1814, dejó a España esquilmada de arte y monumentalidad, por no hablar de las víctimas, obviamente, arrasada y prácticamente conquistada.
La escena representa el levantamiento del pueblo de Madrid y los fusilamientos que se llevaron a cabo el 3 de mayo en la zona del Príncipe Pío. Un hecho que está acompañado de su “pareja” La carga de los mamelucos, representación del día 2 de mayo también en Madrid. Esta escena oscura y dramática, llena de contenido, es una de las imágenes más terribles de la pintura española. Goya supo plasmar en este cuadro la desolación y la impotencia del pueblo madrileño ante la violencia con la que actuaba el ejército francés.
Carlos V en la Batalla de Mühlberg (Tiziano, 1548)
Hay pocos retratos ecuestres que le llegen a la altura a esta imagen del monarca Carlos I de España y V de Alemania. La obra de Tiziano, uno de los artistas venecianos más reconocidos en la época y en todos los tiempos, fue encargada con una clara intención propagandística. Su función principal era dotar al Emperador de toda la grandeza y elegancia propia de un monarca vencedor tras una gran batalla. El retrato ecuestre tenía una larga tradición en la época clásica, en la que los emperadores elegían este tipo de representación para reflejar su importancia, solemnidad y, por supuesto, idealización. Tiziano representa a través de una pincelada suelta y, a la vez, detallista, todos los elementos de la escena, dando fundamental importancia los elementos de la armadura de Carlos V. La luz, a última hora de la tarde, crea una representación cálida con tonos ocres y rojizos de gran belleza.
El Descendimiento (Roger Van der Weyden, 1443)
En pleno siglo XV, una serie de pintores flamencos, entre los que se encuentra el autor, Roger Van der Weyden, despuntan en la pintura europea. Sus obras llegan a todas las colecciones reales y nobles de la época y, de esta forma, llegó a España en la mitad del siglo XVI gracias al interés de Felipe II. Este maravilloso tríptico del que sus laterales ya no se conservan, presenta una escena muy interesante y compleja desde el punto de vista compositivo. En él sobresale el juego de las diagonales que forman los varios personajes en una escena de padecimiento y desfallecimiento de Cristo.
El Jardín de las Delicias (El Bosco, 1500 – 1505)
Hieronymus Bosh es un autor con un halo de misterio y fantasía que se plasma en sus obras. Destaca, además de ser una de las obras maestras del museo de El Prado, el tríptico del jardín de las Delicias. Se trata de una representación absolútamente fantástica, en todos los sentidos, de un jardín del Eden que se distribuye entre delicias e infiernos.
El bien y el mal distribuídos en un mismo triptico en el que aparecen figuras fantásticas, personajes humanos e híbridos, plantas y animales en un auténtico mundo de surrealismo muy personal. Sin duda, además de ser una de las obras maestras del Prado, este Jardín de las Delicias es una obra fascinante por lo extraño de su composición y lo sorprendente de sus personajes. Los horrores del infierno, el morbo de algunas de las escenas, serán modelo para otros muchos autores posteriores.
¿Tienes tiempo? Algunas otras maravillas en El Prado
El Prado, como otros grandes museos, merece un buen tiempo de visita. Es cierto que si tiene poco tiempo quizás tengas que ir a “lo seguro”, pero sinceramente, ir al Prado y no pasar unas cuantas horas es un auténtica pena. Para que no te pierdas ninguno de las muchísimas obras maestras del Prado aquí van unos cuantos lienzos que deberías visitar.
La Maja vestida y la Maja desnuda de Francisco de Goya
Las Majas de Goya: tanto la desnuda como la vestida son obras cumbre de la pintura española del siglo XIX (aunque la “desnuda” se data en 1795). Como curiosidad, la Inquisición investigó el mecenanzgo de esta obra y quiso saber quién era la dama.
El caballero de la mano en el pecho, El Greco
El caballero de la mano en el pecho de El Greco es uno de los retratos del grupo de estos que se conserva en el museo y de las varias obras del autor.. Sin duda, es una de las representaciones más icónicas de un caballero renacentista del siglo XVI, con la frondosa gorguera y la mano derecha sobre su pecho y la espada. Esta y otras obras del Greco como La Anunciación o La Trinidad son imprescindibles para conocer la trayectoria del cretense.
El sueño de Jacob, José de Ribera
Se trata de una representación bíblica de Jacob, uno de los patriarcas de Israel, acostado en el campo en un sueño misterioso. Sin duda, la obra de José de Ribera, técnicamente perfecta, es una de las más bellas del siglo de Oro. Además de este Sueño de Jacob, no te pierdas la Inmaculada Concepción y los retratos de los varios santos como San Jerónimo y San Judas Tadeo, o el bellísimo San Juan Evangelista en Patmos una de las pinturas más enigmáticas, en mi opinión, del museo.
La Sagrada Familia del pajarito, Bartolomé Esteban Murillo
Es una de las composiciones más bellas y tiernas del barroco español. En el cuadro la representación de San José, La Virgen y el Niño en una bellísima escena cotidiana entre los quehaceres domésticos y los juegos. En la obra ya se entrevé la importancia del tenebrismo en la época y en la posterior obra de Murillo.
Otras obras de Velázquez
Sinceramente, no te deberías perder ninguna de las obras del sevillano en El Prado. Sin duda, son joyas imprescindibles en cualquier ruta. Las Hilanderas (o La fábula de Aracne) es, una vez más, una representación de una cuadro dentro del cuadro, con un inmenso tapiz en la parte posterior de la escena principal. No te pierdas ninguna de ellas: La rendición de Breda (Las Lanzas), el Cristo Crucificado, la Adoración de los Reyes Magos, el Aguador de Sevilla y, por supuesto, la Vista del jardín de la Villa Medici en Roma, una de las obras maestras del paisaje y de las pocas que hay en la carrera de Velázquez.
La Anunciación, Fra Angélico
La Anunciación de Fra Angelico es una de las obras más íntimas y representativas del Cuatroccento italiano. La luz que ilumina la escena, el recogimiento de los personajes, el detallismo de sus rostros y de los elementos de la representación y la originalidad de estos, son el inicio del desarrollo del arte renacentista italiano. Pero, sin duda, su principal aportación es el uso de la perspectiva para estructurar y componer el espacio y los personajes.
Rubens y sus Tres gracias
Las tres gracias es, probablemente, la obra más famosa del pintor flamenco Pedro Pablo Rubens. Se trata de una representación delicada y elegante de las tres gracias desnudas y bellas, una temática del arte clásico que se retoma tras el renacimiento. La luz incide de forma suave en los rostros, creando una bellísima composición.
Mis “joyas” o mis preferidos entre las obras maestras del museo del Prado
El paso de la laguna Estigia (Joachim Patinir, 1524)
Probablemente no es que no sea una de las obras maestras del Museo del Prado, porque lo es, pero es menos conocida que otras muchas. Esta pintura del flamenco Joachim Patinir es una maravillosa composición en la que se representa de forma magistral el mito de la Laguna Estigia y el personaje de Caronte que lleva en su barca a las almas. Un maravilloso paisaje muy diverso al resto de los que se hicieron en Flandes en la época, una forma de ver e intrepretar la encrucijada de las almas entre el infierno y el paraíso, tan típico en la pintura europea. Por supuesto, no falta en la escena, el personaje del Cancerbero, bajo la torre que parece el destino del alma del viajero de la barca de Caronte.
Ermita de San Baudelio de Berlanga (Soria)
Una de las obras más originales y, por supuesto, una de las obras maestras del Museo del Prado, es la Ermita de San Baudelio de Berlango. En realidad, esta ermita se encuentra en la provincia de Soria y su construcción data del siglo XII, durante la Reconquista. Las bellísimas pinturas románicas que decoraban su interior fueron vendidas y dispersadas por diferentes lugares. De esta forma llegaron a museos tan lejanos como el de Bellas Artes de Bostón o el de los Cloisters de Nueva York. El Estado español intentó que ovlvieran a España y, por ello, se conservan hoy no en Soria sino en el Museo del Prado. No te pierdas las representaciones del Elefante y el Oso, son una autentica delicia y rareza.
La reina Isabel La Católica (1490, anónimo)
Tengo auténtica devoción por los retratos medievales y renacentistas de las reinas e infantas españolas. Aunque en el caso del retrato de la reina Isabel La Católica fue declarado de autor anónimo, los rasgos son muy parecidos a algunos otros retratos de Juan de Flandes. Ciertamente, se descartó esta autoría, los investigadores aludieron a la introspección de este retrato frente a otro de Flandes mucho más representativo de la condición real de La Católica. El de Juan de Flandes, que pertenece a Patrimonio y se data unos 10-15 años después, también es una auténtica maravilla, aunque la reina aparece más envejecida. También en Madrid, pero en el Museo Thyssen se conserva un retrato de la Infanta Catalina de Aragón (similar al de Juana I) que es una verdadera joya de esta técnica.
La Gioconda
No muchos saben que hay una Gioconda en el Museo del Prado. Se trata de una copia de la famosísima obra de Leonardo da Vinci que no vio la luz hasta hace pocos años en 2012. La obra, según el propio museo, sería producto del taller del propio da Vinci y se dataría entre 1503 y 1519 (al igual que la original). Son varias las copias de la Mona Lisa que se conservan en diferentes puntos, sin embargo, la importancia de esta radica en que es la que se data más tempranamente. La Gioconda del Prado es, para mí, una bellísima obra que refleja el retrato de una noble dama incluso con rasgos más bellos, quizá menos marcados, que la original. Un retrato que contrasta con un interesante paisaje inacabado en la parte posterior, con rocas y prados que recuerda mucho la factura de otras obras del italiano.
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